La Declaración de Humanidad de Hirohito

 



por Luis Carranza Torres


La Declaración de Humanidad o Ningen Sengen fue un documento dado por el emperador Hirohito el 1 de enero de 1946, luego de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

Este acto marcó un giro radical en la concepción del emperador dentro de la sociedad japonesa, dándose en el marco de la ocupación aliada de Japón tras la guerra; un proceso sin precedentes en la historia japonesa en que, por primera vez, el país fue gobernado por fuerzas extranjeras que llegaron casi al millón de soldados, principalmente estadounidenses, pero también británicos, australianos y neozelandeses.

Hasta la declaración, el emperador en Japón era considerado como un dios descendiente directo de Amaterasu, la diosa creadora de Japón. Hirohito declaró públicamente por dicho acto que no era un dios, rompiendo con siglos de tradición sintoísta que lo consideraban descendiente directo de la diosa Amaterasu y una figura divina o arahitogami que significa en japonés “dios que en estos momentos tiene forma de persona”.

“Los lazos entre Nosotros y Nuestra Gente siempre han sido de afecto y confianza. Estos lazos no dependen de leyendas y mitos. Estos lazos no son consecuencia de la falsa concepción de que el Emperador es divino, que los japoneses son superiores a otras razas, y que están destinados a gobernar el mundo”, se dice en una de las partes centrales del texto.

Fue parte de las reformas exigidas por Estados Unidos y el general Douglas MacArthur, quien con el título de Comandante Supremo de las Potencias Aliadas tenía el control efectivo del gobierno, la administración y las reformas en el país. Desde su cuartel general en el edificio Dai-Ichi Seimei en Tokio, supervisó la redacción de la nueva Constitución japonesa, la desmilitarización, la democratización y la liberalización económica. Tal era su poder que algunos japoneses lo veían como una especie de “shōgun moderno”, al decir de John W. Dower en su libro “Embracing Defeat: Japan in the Wake of World War II”.

De allí que tal declaración no fue una iniciativa espontánea del emperador, sino una condición política impuesta. Sobre todo, para evitar ser juzgado como criminal de guerra en los juicios que llevó adelante Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente.

Cabe destacar que, aunque Hirohito renunció a ser considerado arahitogami, no negó ser descendiente de Amaterasu, lo que dejó espacio para interpretaciones más suaves entre los fieles al sintoísmo. Dicha ambigüedad interpretativa aún se debate hoy.

Aun en la actualidad en Japón, mucha gente considera al actual emperador como a un dios e incluso otros creen que todos los japoneses son descendientes de la diosa creadora Amaterasu. No pocos arguyen que firmar un papel no hace que un dios deje de ser tal.

Aun así, para muchos japoneses en su época, tal declaración fue una humillación ritual que sacudió la identidad nacional. Algunos incluso cometieron seppuku, el suicidio ritual para morir con honor como una protesta simbólica.

La Declaración de Humanidad de Hirohito fue recibida con una mezcla de confusión, resignación y profundo impacto emocional por el pueblo japonés. No fue simplemente un cambio político: se trató de una ruptura simbólica con siglos de tradición imperial y religiosa. El discurso fue transmitido por radio, y para muchos japoneses fue la primera vez que escuchaban la voz del emperador.

La instrumentación jurídica de la Declaración de Humanidad de Hirohito fue parte de un proceso más amplio de reconfiguración constitucional y simbólica del Japón imperial bajo la ocupación aliada. No fue simplemente un acto retórico: resultó una pieza clave en la transformación legal del rol del emperador.

A la par de su alcance jurídico, fue también un acto de desinvestidura ritual, donde el emperador deja de ser un dios para convertirse en un símbolo humano. Aunque no fue una ley en sí misma, la Ningen Sengen se trató de una proclamación imperial con fuerza simbólica y política, redactada en lenguaje formal y transmitida por radio. Antes de la declaración, la constitución Meiji de 1889 vigente afirmaba la ascendencia divina del emperador, consolidando su estatus como akitsumikami (dios encarnado). La Ningen Sengen fue el primer paso para desmantelar esa base legal y religiosa e Esto implicó la abolición de la soberanía imperial como fuente de legitimidad jurídica del estado.

En la Constitución de 1947 se redefinió al emperador en su primer artículo como “símbolo del Estado y de la unidad del pueblo”, eliminando toda referencia a su divinidad o autoridad política para establecer la soberanía popular, desplazando el poder del trono al pueblo. En la nueva constitución se eliminó el papel del emperador como jefe de gobierno, comandante supremo del ejército y fuente de legislación. Se instauró en su reemplazo un sistema parlamentario con separación de poderes y garantías civiles.

Es por ello que se entiende que la Ningen Sengen fue el acto fundacional simbólico que permitió la transformación del sistema legal japonés moderno hacia la adopción de un sistema legal de estilo occidental, con códigos civiles, penales y comerciales inspirados en modelos europeos y estadounidenses.

El tratado de San Francisco firmado en 1951 y que entró en vigencia desde el 28 de abril de 1952, restauró la soberanía japonesa, aunque Estados Unidos mantuvo bases militares en el país. Aun desapareciendo su papel de líder gobernante y su referencia divina, la figura imperial goza de gran prestigio al presente.


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La familia López de Madariaga llega a Berlín, porque Ignacio, médico y político, jefe de la familia, va a ocupar el cargo de embajador argentino ante el III Reich. Hitler hace poco que ha subido al poder, pero Alemania ya se ha disfrazado del culto a su persona, de intolerancia y soberbia, de una desmesura que solo podía terminar en una guerra.
En ese contexto, la embajada se vuelve un lugar lleno de intrigas, de espías, de jerarcas nazis que fingen una docilidad que no poseen. Lucrecia, la mujer del embajador, descendiente de alemanes, se fascina con el nacionalsocialismo, se siente parte del cambio y del orgullo que propone Hitler. La hija del matrimonio, Constanza, va a descubrir, en una Berlín atribulada, la noche, el jazz, el amor, las incontables formas del deseo, la traición.
Entre ambas mujeres que se admiran y recelan, estará Ignacio, diplomático al fin, como un árbitro imparcial. También mostrará que un embajador no le debe cuentas solo a su patria, sino que el honor que representa se lo debe también a la historia y a su tiempo.
Luis Carranza Torres ha escrito uno de esos raros milagros literarios, una novela cuyos personajes siguen en la cabeza del lector mucho después de haber terminado el libro. Mujeres de invierno es un clásico inmediato de nuestro tiempo.




Cuatro preguntas clave sobre la Saga de la Segunda Guerra Mundial 

📌 ¿Cuántas novelas son?
Está compuesta por tres libros: "Mujeres de invierno", "Hijos de la tormenta" y "Náufragos en un mundo extraño".

📌 ¿Quiénes son los personajes principales?
Tiene como protagonista a la familia López de Madariaga y comienza con su viaje a Berlín 🇩🇪, ciudad donde Ignacio ocupará el puesto de embajador argentino.

📌 ¿Cuándo ocurre?
Comienza en los años 30,  por lo que los personajes serán testigos de cada momento desde el ascenso del Tercer Reich y se extiende hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

📌 ¿Qué temáticas se ponen en juego?
La Alemania más oscura es escenario de un abanico de historias tan intensas como atrapantes: redes de espionaje, amor, poder, pasión y una reconstrucción histórica exhaustiva de aquellos tiempos difíciles y desafiantes.

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