Jim Morrison, lector y poeta




Cuando la diversión muere, se convierte en el Juego.

Cuando el sexo muere, se convierte en el Clímax.

Todos los juegos contienen la idea de la muerte.

Jim Morrison. Los señores (1969)


Por Luis Carranza Torres


En la novela Los Extraños de Mayo, un atribulado Alan, a quien todos en Francia se empeñan en llamar Alain, todavía con la muerte de su padre a cuestas, es arrastrado a un festejo de universitarios en París: 

“La fiesta a la que nunca quise ir se hallaba en su asfixiante apogeo. Todavía buscaba entender cómo es que había llegado allí, a ese piso de lujo tomado prestado a los padres de viaje por sus hijos universitarios, sin aviso alguno. 

Para complicar las cosas, no podía hallar a quien me había llevado allí sin preguntarme, para luego de desaparecer. La había visto dentro por última vez, contorneándose al ritmo de Get off of My Cloud en una gran sala improvisada como pista de baile, para luego esfumarse entre los cuerpos danzantes.

La ausencia de Adèle me condenaba a pasarla entre una multitud de extraños, que bebian y charlaban sobre la revolución, en tanto otros bailaban al son de una canción del grupo sensación que venía de los Estados Unidos: The Doors. Por donde fueras, los acordes de Light My Fire y People Are Strange impregnaban la atmósfera, pesada tanto como la mezcla de tabaco negro de cigarrillos y el aroma dulzón de la marihuana”. 

El relato es representativo de cómo dicho grupo musical marcó una época, llegando a jóvenes de todos los países, mucho más allá de los Estados Unidos. Se trata del período en que la música no sólo empezaba a tener su versión para consumo juvenil, sino que se transforma en global. 

Es por eso que al entrar al cuarto de esa joven misteriosa y exasperante que era Adèle, se encuentra Alan (o Alain) con sus gustos musicales, que eran los del momento para su edad, aun cuando se estuviera en Europa: 

“Miré el disco que giraba en su tocadiscos. Era The Doors, una música en inglés, de estadounidenses, con letras mucho más provocadoras y abiertas que las canciones “les filles yé-yé”. 

No eran los únicos de esa procedencia que captaban su atención: en la parrilla metálica entre las patas con rueditas del mueble del tocadiscos, situada por debajo del aparato, los álbumes de Jefferson Airplane y The Grateful Dead se dejaban ver. 

Claro que, como buena chica francesa a la moda, el último ejemplar de la revista Salut les copains estaba abierto sobre la colcha de cuadrados multicolores tejidos a crochet que cubría la cama. Una creación gráfica creada por la voracidad del éxito del programa radial musical de ese mismo nombre”.

El principal artífice de esa difusión de The Doors, se debe a un iconográfico líder, a ese músico genial y trágico que hoy integra la leyenda del rock: Jim Morrison.  

De líricas única y controversiales actitudes arriba y debajo del escenario, sus canciones hoy integran por derecho propio lo mejor del rock psicodélico, El rey Lagarto, como lo apodaban, tenía una personalidad que iba mucho más allá de la música y se proyectaba a otros sectores de las artes. 

De hecho, podemos decir que fue, a pesar de la consideración general, tanto o más poeta que músico. 

Su coeficiente intelectual de 149 lo colocaba en la categoría más alta (“muy superior”) de la Escala de Inteligencia Wechsler. Gustaba de leer, habiendo frecuentado en sus gustos literarios las obras completas de Nietzsche, Huxley, Kerouac, Baudelaire, Rimbaud, el Conde de Lautréamont, Gérard de Nerval y William Blake.

Escribió desde su adolescencia. En su época universitaria en la UCLA se volcó al estudio del teatro, el cine y la cinematografía. 


Autopublicó dos libros de poesía, Las nuevas criaturas en 1968 y Los señores al siguiente año, que distribuyó entre sus amigos. Este último es una descripción de lugares, personas, hechos y pensamientos varios de su autor respecto del cine. Es por ello que el primero es donde se hallan sus versos más poéticos. Posteriormente se reeditarían en un único volumen. 

Un poco antes, en 1965, en un encuentro casual en la universidad con Ray Manzarek apareció la música. Jim buscaba popularizar sus obras de poesía y la música no le pareció un mal camino. De allí surgiría la unión a Ray, Robby Krieger y Johm Desmore para formar la banda The Doors. Su nombre se inspiraba en una cita de William Blake, recogida en el  ensayo sobre la mescalina “Las puertas de la percepción”, de Aldous Huxley: «Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito». ("If the doors of perception were cleansed every thing would appear to man as it is, infinite").

Otra producción poética suya sería Una plegaria norteamericana , y Oración Americana, esta última dedicada a Brian Jones, guitarrista de The Rolling Stones, dos años antes que muriera el cantante.

Su última época la vivió más en la creación de las letras que con la composición de la música. Tras  componer y grabar L.A Woman, una de las obras emblemáticas del rock, se mudó a París y su bohemia para retomar con su veta literaria. Pero en la mañana del 3 de julio de 1971 Pamela Courson, con quien vivía, lo encontró sin vida en la bañera de su piso del barrio de Le Marais en París. Se sucedieron las versiones al respecto y mucho se dijo al respecto, para todos los gustos: desde un accidente, al suicido e incluso tratarse de un asesinato. Su acta de defunción consignó que murió por un paro cardíaco. Moría a los 27 años, esa edad que parecía maldita para los genios del rock.  Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain y Amy Winehouse murieron a igual edad.

En un cajón de su departamento, se halló un cajón con cuadernos inacabados, a los que ese tono de tragedia conque suele entonarse la vida a veces privó de terminar. La inocencia de la década de 1969 se iba perdiendo, se comenzaba a observar los resultados de ciertos excesos y una nueva época se abría paso, en la música y en el mundo, para bien o mal.  

De allí se sacaría, años después, el material para la publicación de otros dos volúmenes, póstumos, de su poesía realizados por Frank Lisciandro, fotógrafo amigo de Morrison, y los padres de su novia Pamela Courson, dueños de los derechos. La última pareja de Jim había muerto en 1974, por una sobredosis de heroína en el sofá de la sala de un apartamento de Los Ángeles.


Bajo el título de Wilderness Volumen I, fueron un éxito de ventas tras su lanzamiento en 1988, legando a la lista de The New York Times. El Volumen II, titulado La Noche Americana, aparecido dos años después, tuvo similar suceso. 

Sin embargo, su veta musical, siempre terminaría por relegar a segundo plano a esta pasión suya por la poesía. Cosas del destino, en cuanto a los inconscientes colectivos de la cultura. 


Para leer más en el blog:

Un amor rebelde en una época convulsa


Los Lobos del Atlántico


El día cero del Mayo Francés


Constanza y la botadura del Bismarck








NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021) y Los Extraños de Mayo (2022). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba. 




Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.

En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.

Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.

También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.

Autor: Luis Carranza Torres

Editorial: Vestales

Páginas: 384




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