Lo que Sarmiento quiso ser
Por Luis R. Carranza Torres
El sanjuanino más famoso de la historia argentina, fue muchas cosas en su vida. Otras, no pudo llegar a ser. No tuvo más estudios formales que los primarios. El resto, corrió por su cuenta. Siempre lamentó que la política dejara en la nada su beca para estudiar en el Monserrat, en la ciudad de Córdoba. Hubiera sido interesante, que saldría para la historia, de sumar a la personalidad de don Domingo, un componente monserratense.
Entre las cosas que quiso ser, y se le escaparon, estuvo la de abogado. ¿Paradójico, verdad? Siempre lo vio como un déficit suyo, quien llegó a tantos honores. Presidente, ministro, embajador, gobernador, senador, diputado, inspector de escuelas, general… pero no abogado.
Un estudioso del tema, al que ha dedicado varios trabajos, Pascual Alferillo, colega nuestro y comprovinciano de don Faustino, nos aporta sobre el particular: "Sarmiento quiso ser abogado pero el origen humilde de su familia fue un obstáculo porque no pudo acceder a la universidad. Pero esto no le impidió conseguir su propósito de ser reconocido por su versación en temas jurídicos".
Y en pos de tal reconocimiento, hizo varias cosas a lo largo de su vida. Escribió varias obras de corte jurídico. Fue el primer profesor de derecho constitucional de la Universidad Nacional de Buenos Aires, obviamente por decreto, en 1856. Faltaba el pequeño detalle del título. Pero antes como ahora, al poder político de turno ese tipo de cuestiones no presenta nunca obstáculos insalvables. Por lo menos, nombraron a alguien que si bien carecía del extremo formal, tenía versación en el tema. Había sido convencional constituyente nacional y provincial, y escrito para esas fechas, sobre la materia: “Arjiropolis o la Capital de los Estados Confederados del Río de la Plata” (1850), “Comentario de la Constitución de la Confederación Arjentina” (1853) y “Derecho de ciudadanía en el Estado de Buenos Aires” (1854).
Era también, consciente del lugar central que ocupa el conocimiento y práctica del derecho en una sociedad civilizada. Estando exiliado en Chile, allá por 1848 en una serie de entregas periódicas en el el Diario “El Progreso”, expone sus “Lecciones populares de derecho”. No era dirigido a letrados, sino a la gente común. Su intensión con ello, era más que clara: “No escribimos para los abogados, que saben más que nosotros sino para el pueblo”. Buscaba acercarles la comprensión de ciertos temas y conceptos básicos que en la época sólo eran conocidos por la élite universitaria, como nos dice Alferillo.
En dos ocasiones, el cuyano hizo un pedido expreso por el título de abogado. En 1854 desde el diario porteño "El Nacional" de Vélez Sársfield, le pidió a la Cámara de Justicia lo declarara Doctor en Leyes, tomando sus comentarios a la constitución por tesis, y diez años de lucha política “por suficiente práctica". Terminaba la solicitud, con palabras que revelaban su complejo en el asunto: "¿Seré siempre un intruso en las armas, un intruso en la jurisprudencia, un intruso en las letras, sólo porque los Diógenes, los Irigoyen y los centenares obtuvieron los títulos que a mí me están vedados?". Como era de prever, el tribunal superior de Buenos Aires se hizo el zonzo, y ni siquiera consideró el pedido cursado por vía periodística.
No fue la única vez. De acuerdo a la obra de María Celina Barros y Arana, "El Doctor José Barros Pazos. En la Patria y en el exilio (1808-1877)", cuando dicho jurista y amigo suyo se desempeñaba como rector de la Universidad de Buenos Aires, Sarmiento le envió una carta pidiéndole el título de abogado, invocando el precedente de la universidad de Oxford respecto de Benjamín Franklin. Y otra vez, sus palabras evidencian el peso por no tenerlo: "No es culpa mía si la escasez de mis padres me estorbó asistir a las aulas cinco años, donde tanto los traviesos como los estudiosos reciben por conclusión un diploma de capacidad. Yo he empleado veinte de estudios para remediar aquella falta y logrado ponerme a la par de los Ocampos, de los Barros Pazos, de los Alsinas siempre que he tenido ocasión o necesidad de discutir un punto de derecho público, de gentes o constitucional, cuestiones en que me creo más capaz que el común de los que han recibido títulos." Por mucha amistad que hubiera, don José, luego juez de la Corte Suprema le dijo que no.
Al final, siendo Embajador argentino en los Estados Unidos, gestionó con más éxito el otorgamiento del título de Doctor en Leyes Honoris Causa. La Universidad de Michigan se lo confirió, el 24 de junio 1868. Una distinción que nada agregaba a sus conocimientos en la materia jurídica, pero que seguramente, consoló a su ego.
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NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021) y Los Extraños de Mayo (2022). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.
Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.
En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.
Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.
También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.
Autor: Luis Carranza Torres
Editorial: Vestales
Páginas: 384