La muy agitada y poco conocida vida de Roque Sáenz Peña
Por
Luis Carranza Torres
Con justa causa, el
nombre de Roque Sáenz Peña ha sido registrado en nuestra historia nacional,
como aquel presidente que tuvo el coraje de enfrentar a las malas prácticas de
nuestra naciente democracia, dando un salto de calidad electoral con la sanción
de la ley del voto secreto y obligatorio, así como la adopción del registro de
enrolamiento militar como padrón electoral, a fin de aventar los votos
comprados y el sufragio de los muertos.
También tiene en su haber transformaciones e impulsos de la técnica no menores, como por caso el establecimiento el 10 de agosto de 1912 de la Escuela de Aviación Militar, cuando "todavía no estaba definido el novedoso invento como un arma de guerra ni eran presentidas sus posibilidades", al decir de Miguel Angel Scena en su libro "Los militares".
Pero su historia
personal, es mucho más rica en hechos que ponen de relieve, ese carácter suyo
de hombre de bien y comprometido con su época.
Nació en el seno de
una familia rosista, en Buenos Aires el 19 de Marzo de 1851, poco antes en el
ocaso de tal régimen. Sus padres, Luis Sáenz Peña y Cipriana Lahitte le
pusieron el mismo nombre de su abuelo paterno. Tanto éste, como su otro nono, Eduardo
Lahitte, como su mismo padre, eran rosistas de convicción, y ha diferencia de
muchos otros, lo continuaron siendo aun después de caído y demonizado el
gobierno de Rosas, sabiendo muy bien que tal coherencia implicaba su ostracismo
de la vida pública.
Cursó estudios en el
novel Colegio Nacional de Buenos Aires, bajo la dirección de Amadeo Jacques,
para luego seguir la carrera de derecho en la universidad. Pero la revolución
de 1874, de parte de Bartolomé Mitre al gobierno nacional del presidente
Avellaneda, le hace interrumpir sus estudios para alistar en defensa del
gobierno, revistando como capitán del regimiento Nº 2, bajo el mando de Luis
María Campos. Sofocada la revuelta, es ascendido a Segundo Comandante de
Guardias Nacionales, ofreciéndosele un nombramiento permanente en el ejército, que Sáenz Peña rechaza para retomar sus estudios universitarios.
Vuelto a las aulas, se
recibe de abogado y en menos de un año, se graduó de doctor en derecho. En su
tesis sobre "La condición jurídica del expósito", se evidencia esa
pasión por perseguir el remedio de las injusticias que sería un rasgo suyo a lo
largo de toda su vida.
Su actuación en la
defensa del orden constitucional, le han granjeado un reconocimiento público, y
en 1876 es elegido diputado en la legislatura de la provincia de Buenos Aires por
el partido autonomista, llegando a ser el presidente más joven del cuerpo. Todo
ello, a pesar del desagrado de ciertos sector político, con Mitre a la cabeza,
que lo descalificaba por haber sido (y, en particular, por seguir siendo),
rosista su familia.
Un romance trunco
Ni la amenaza de la
expulsión de la familia, ni de la desheredación de bienes, logró que Roque
cambiase de idea. La relación padre-hijo se degradó casi hasta el punto de no
hablarse. Cuando Roque, en un gesto conciliatorio, se entrevista con su padre
para darle cuenta de sus intenciones de casamiento con la niña, su progenitor
le cuenta, al fin, la verdad de las cosas. “No se puede casar con ella, hijo,
porque es su media hermana”, le espeta su progenitor, de improviso.
Es que don Luis, había
andado tiempo atrás, con la madre de la novia, en amores no muy decibles para
la sociedad de su tiempo, y de allí había nacido la niña.
Roque, con el corazón
destrozado, terminó la relación. No sería la última vez en su vida, en que su
padre destruyera sus sueños de mayor importancia.
Una guerra americana
En el senado de los
Estados Unidos, James Blaine, secretario de estado del presidente Garfield, expresó
respecto del conflicto: "Chile jamás
habría entrado una sola pulgada dentro de la guerra, si no hubiera sido por el
respaldo del capital inglés", agregando que: "era un completo error hablar de dicho conflicto como de una
guerra entre Chile y Perú (. . .) es una guerra de Inglaterra contra el Perú,
con Chile como instrumento".
El pronunciamiento de
la opinión pública argentina, fue unánime a favor del Perú y Bolivia. Roque
Sáenz Peña, como otros jóvenes argentinos, ofrece sus servicios y es
incorporado en el ejército peruano, por entender que " la causa de Perú y Bolivia es la causa de América, y la causa de
América, es la causa de mi Patria”. Y
aclarará para las malas lenguas, que entendían su partida como una reacción
pasional por un amor roto: “Yo no voy
envuelto en la capa del aventurero (...) dejo mi patria cediendo a convicciones
profundas (…) del sentimiento americano”, siendo su única aspiración, “convertirse en un simple soldado de la
justicia y el derecho”.
El peso de la guerra
recayó sobre el Perú, ya que Bolivia, corta de recursos y con problemas
internos, poca ayuda pudo prestarle. Frente a ello, las fuerzas peruanas
debieron ser remontadas sobre la marcha, luchando en inferioridad de
condiciones respecto de Chile, que realizaba una guerra de invasión para la
cual se había preparado desde muchísimo tiempo antes.
Durante el combate de
Tarapacá, Roque Sáenz Peña, al mando del batallón Iquique, consigue hacer
retroceder a las fuerzas chilenas, asegurando el triunfo de la jornada. Como
dirá el general peruano a cargo del ejército del sur, en el parte oficial a su
gobierno: “En el momento de la batalla,
encontrando sin jefe la mitad de un batallón de guardias nacionales, coloqué a
su frente a mi primer ayudante, Teniente coronel Roque Sáenz Peña, quien lo
condujo a la pelea con la más valerosa decisión”.
Confirmado en la
jefatura de dicha unidad, toma parte en la defensa del morro de Arica, uno de
los episodios más terribles y heroicos del conflicto. Allí 1.200 soldados peruanos, faltos de casi
todo, fueron sitiados por 6.000 efectivos chilenos. Comandaba la defensa de la
plaza el coronel Bolognesi, quien cuando fue intimado a rendirse, previo
acuerdo con sus oficiales, rechazó tal oferta con las siguientes palabras: "Arica no se rinde. Tengo deberes
sagrados que cumplir, y los cumpliré hasta quemar el último cartucho".
La batalla duró toda
una jornada, y a pesar de haber sido herido por un disparo en el brazo derecho
en sus inicios, Roque Sáenz Peña siguió combatiendo hasta su final. El general
chileno Baquedano en su informe escribió: "Perdidos
sus últimos atrincheramientos, los peruanos hicieron volar los fuertes del
Norte. La lucha había sido porfiada y sangrienta hasta lo increíble”. La
resistencia final tuvo lugar en el morro mismo, donde desde el jefe de la
plaza, hasta el último de los soldados sobrevivientes, siguieron combatiendo,
hasta ser muertos o arrebatados por las tropas chilenas. Herido y ya
prisionero, Sáenz Peña fue salvado de ser linchado por la soldadesca, gracias a
la intervención de un oficial inglés que servía en el ejército chileno.
Por gestiones del
Estado argentino, es finalmente liberado y vuelve al país con un recibimiento
apoteótico. El Perú no olvida sus servicios, y en 1887 el Congreso lo asciendió
a coronel, y en
Cinco años más tarde era
elegido presidente de
Era el soldado del
derecho, que una vez más, se aprestaba a dar combate para sostener sus
creencias.
Para leer más en el blog:
Un amor rebelde en una época convulsa
Constanza y la botadura del Bismarck
NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021) y Los Extraños de Mayo (2022). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.
Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.
En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.
Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.
También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.
Autor: Luis Carranza Torres
Editorial: Vestales
Páginas: 384