La condena a muerte de Dostoyevski

 


Por Luis Carranza Torres

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski no sólo es uno de los principales escritores rusos, sino uno de los más grandes escritores de la literatura universal, fundamentalmente por sus exploraciones literarias de la psicología humana en el complejo contexto de la sociedad rusa de su tiempo.

Pueden verse sus influencias en autores tan disímiles como Antón Chéjov, Friedrich Nietzsche, Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Mijaíl Bulgákov, André Malraux o Aleksandr Solzhenitsyn, por citar solo algunos.

Segundo de siete hijos de un padre médico y autoritario y una madre afectuosa, luego de la muerte de ésta por tuberculosis en 1837, es enviado junto a hermano Fiódor por un padre sumido en la depresión y el alcoholismo a la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo. Allí principió su gusto por lo literario a través de la lectura de obras de Shakespeare, Victor Hugo y Ernst Hoffmann.

Tras graduarse en 1843 como subteniente, se incorporó a la Dirección General de Ingenieros en San Petersburgo. Pronto lo literario desplazó a lo militar y dejó el ejército para dedicarse a escribir. Su primera novela, Pobres gentes, lo convirtió en una celebridad literaria a los veinticuatro años. Pero la falta de suceso de las siguientes (El doble de 1846, Noches blancas dos años después y Niétochka Nezvánova en 1849), lo llevaron a una depresión. 

Fue por esa época que entró en contacto las ideas nihilistas, integrándose en el grupo intelectual liberal Círculo Petrashevski, donde la policía que había infiltrado un agente que reportó las discusiones a las autoridades.

El filósofo John Gray, en un artículo de 2014 sobre el tema para el portal de la BBC (“Cómo Dostoyevsky anticipó el surgimiento del Estado totalitario”) destaca que: “Tendemos a pensar que alguien nihilista es alguien que no cree en nada, pero los nihilistas rusos de la década de 1860 eran muy distintos. Creían fervientemente en la ciencia, y querían destruir las tradiciones religiosas y morales que habían guiado a la humanidad en el pasado para abrirle el camino a un mundo mejor. Hoy en día hay mucha gente que cree en algo similar”.

Pero en la autocrática rusia de entonces tales reuniones e ideas estaban prohibidas, por lo que fue arrestado y encarcelado el 23 de abril de 1849 junto a los otros integrantes del grupo bajo el cargo de conspirar contra el zar Nicolás I.

Encerrado en la fortaleza de San Pedro y San Pablo, más tarde calificaría esa época como estar “silenciado dentro de un ataúd”, por pasar sus días en un sitio en condiciones de vida, entre “pulgas, piojos y escarabajos” donde los apilaban “como anillos de un barril”, sin siquiera lugar, por lo que “era imposible no comportarse como cerdos, desde el amanecer hasta el atardecer”

Tras unos meses de investigación, junto a 20 otros integrantes del círculo fueron encontrados culpables de planear la distribución de propaganda subversiva y condenados a muerte. El 22 de diciembre fueron trasladados a la plaza Semionov en San Petesburgo para cumplir con la sentencia. Antes de vendarles los ojos, los prisioneros observaron cómo desde un carruaje terminaban de bajar sus ataúdes. Hay versiones que Dostoievski murmuró: “No puedo creer que me vayan a fusilar”, aunque otros entienden que se trata de una leyenda.

A un palmo de darse la orden de disparo, un jinete llegó con una carta del zar conmutando la pena capital por la de cárcel con trabajos forzados en Siberia. Al presente, se entiende que todo fue una puesta en escena para dar una lección a los condenados. Aun salvado, los brutales sentimientos del momento llevaron a que Dostoievski tuviera un ataque de epilepsia.

Le contaría el episodio a su hermano en los siguientes términos: “¡Hermano, querido amigo! ¡Ya está todo decidido! Me han sentenciado a cuatro años de trabajos forzados en la fortaleza (creo que la de Orenburgo) y después tendré que hacer de soldado raso. Hoy, 22 de diciembre, nos han llevado al campo de tiro de Semionov. Una vez allí nos han leído a todos la sentencia de muerte, nos han dicho que besáramos la cruz, nos han partido las espadas en la cabeza y nos han permitido lavarnos por última vez (camisas blancas). Luego han atado a un poste a tres de los nuestros para ejecutarlos. Yo era el sexto. Nos iban a llamar de tres en tres, en consecuencia, yo iba en el segundo turno y no me quedaba más que un minuto de vida. Me he acordado de ti, hermano, y de los tuyos: durante el último minuto, en mi mente estabas tú y nadie más que tú y sólo entonces me he percatado de cuánto te quiero, amado hermano mío. (…) Pero al fin han tocado retirada, los que estaban atados han vuelto con nosotros y se nos ha anunciado que su Majestad Imperial nos perdonaba la vida”.

Muchos años más tarde señaló: "No recuerdo haber estado tan feliz como ese día". Luego de conocer la conmutación de pena, claro está.

Cumplió la condena atado por pesadas cadenas de hierro y con solo un libro para leer, el Antiguo Testamento, que conservaría desde entonces y con el que sería enterrado. En 1859, el nuevo zar Alejandro I decretó una amnistía que le permitió volver a San Petesburgo y a las letras.

La experiencia lo alteró profundamente. No modificó de opinión respecto a que la sociedad rusa necesitaba cambiar radicalmente, pero sí dejó a un lado las ideas nihilistas para entender “que cada ser humano estaba en todo momento parado en el borde de la eternidad”, al decir de John Gray. Algo que volcaría en las obras por venir, en particular en la considerada la más logradas de todas ellas: Crimen y castigo. 


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NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021) y Los Extraños de Mayo (2022). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba. 




Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.

En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.

Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.

También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.

Autor: Luis Carranza Torres

Editorial: Vestales

Páginas: 384




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