Historia de la Inmaculada Concepción de María

 

Detalle de la Inmaculada Concepción de los Venerables o de Soult de Esteban Murillo

por Luis Carranza Torres

El dogma de la Iglesia católica de la Inmaculada Concepción de María, recogió de modo formal en 1854 tanto una antigua veneración de los fieles, como la opinión de diversas referentes sacros, llamados “padres de la iglesia”, tales como Tertuliano en “De carne Christi” o Cirilo de Jerusalén en su “catequesis”, por citar algunos.  Quizás el más conocido sea Agustín de Hipona, quien se refirió a la Virgen María como la “absolutamente pura”.

Dicha doctrina reafirma la posición especial de María por ser madre de Cristo, entendiendo que Dios preservó a María desde el momento de su concepción de toda mancha o efecto del pecado original, propio de los descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús.

Fue establecida mediante la en la bula “Ineffabilis Deus”. Como escribe Raúl Mínguez Blasco en su trabajo “Las múltiples caras de la Inmaculada: religión, género y nación en su proclamación dogmática (1854)”: “El 8 de diciembre de 1854, ante decenas de obispos reunidos en Roma para la ocasión, el papa Pío IX definía como dogma de fe que la Virgen María había sido concebida sin pecado original. Era la tercera proclamación dogmática referida a la madre de Jesús, que se unía, por tanto, a su maternidad divina y a su virginidad (ambos dogmas definidos por la Iglesia primitiva) y que se completaría en 1950 con la declaración por parte de Pío XII de su ascensión a los cielos. Así pues, en estos dos últimos siglos de cambios y transformaciones experimentados por la Iglesia católica, la figura de María ha ganado un gran peso cualitativo en el seno de la institución”.

Por su parte, Claude Langlois en «Le temps de l’immaculée conception. Définition dogmatique (1854) et événement structurant», la entiende como un «acontecimiento estructurante» respecto del cual se enlazan otros fenómenos que se produjeron durante el siglo XIX, tneiendo un papel central en el fortalecimiento de la Iglesia y la autoridad papal frente a los fenómenos de dispersión religiosa.

No es menor la importante consideración de María, una mujer, en el contexto del mundo acentuadamente masculino de los primeros siglos de la era cristina, y que se extendería hasta no hace mucho. En el siglo II, san Ireneo de Lyon llamó a María "nuestra más eminente abogada", y su figura aparecía representada en las catacumbas de Priscila en Roma ( véase “Mary in the New Testament” por Joseph A. Fitzmyer en la versión en inglés de la Enciclopedia Católica).

Entre otras justificaciones teológicas, que van desde el génesis (dónde una mujer romperá el pecado original de Eva) al Apocalipsis (donde se presenta una mujer vestida de sol y con quince estrellas sobre su cabeza), está la recogida en el Evangelio de Lucas donde el arcángel Gabriel la saluda como «llena de gracia» (Gratia Plena), expresión que también forma parte de la oración del Ave María. 

Dicho pasaje, figura asimismo en el Corán, donde también María es reverenciada. Otras religiones como la Ortodoxa, la Copta, entiende en el mismo sentido a la figura de María. 

Si bien la doctrina de la Inmaculada Concepción no es aceptada por algunas Iglesias protestantes, uno de los iniciadores de tal rama del cristianismo, Martín Lutero, expresó en su sermón "Sobre el día de la Concepción de la Madre de Dios" de 1527: “Es dulce y piadoso creer que la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original, de modo que en la mismísima infusión de su alma ella fue también purificada del pecado original y adornada con los dones de Dios, recibiendo un alma pura infundida por Dios; de modo que, desde el primer momento que ella comenzó a vivir fue libre de todo pecado”.

Una orden real y dos banderas se enlazan con el dogma mariano. 

La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, creada por real cédula del 19 de septiembre de 1771 dada por el rey español de tal denominación, bajo el lema latino Virtuti et merito, desde su creación, primero dentro de las órdenes militares y a partir de 1847 en el orden civil, resulta a la fecha la más distinguida condecoración civil que puede ser otorgada en España. 


Tiene su origen de la Orden en hacer constar la gratitud del monarca a la Virgen María en su advocación de Inmaculada Concepción y de quien se declaraba el rey profundamente devoto,  al nacer el primer infante del futuro rey y príncipe de Asturias, Carlos, que llevaba ya cinco años de matrimonio sin hijos y por cuya llegada había rezado. 

De allí que los colores sean los del manto de la Virgen (celeste y blanco) y que una imagen de la Inmaculada Concepción se deje ver en el centro de sus insignias. 

En Argentina, tras la Revolución de Mayo en 1810 que inició su proceso emancipador, el Brigadier Manuel Belgrano creó una enseña patria tomando esos colores, celeste y blanco. Los que se mantienen en la bandera argentina hasta nuestros días.

Más cerca en el tiempo, la bandera de la Unión Europea guarda relación con el dogma. Cuando en 1949 el primer Consejo de Europa convocó a un concurso de ideas para una enseña común.

La propuesta triunfadora correspondió al pintor nativo de Estrasburgo Arsène Heitz, un católico devoto que pertenecía a la Orden de la Medalla Milagrosa. Su idea del circulo de las 15 estrellas sobre un fondo azul, según expresó en 1955 a la revista Lourdes fue inspirado en la referencia del Libro de Apocalipsis  (12: 1), a "una mujer vestida del sol ... y una corona de doce estrellas en su cabeza " que se entiende se refiere a la Virgen María y que es uno de los fundamentos del dogma.   

Paradojas de la política: no obstante ello, en el texto de la constitución de la Unión Europea de 2005, se suprimió toda referencia al rol cultural del cristianismo en la historia del continente. 


Para leer más en el blog:

Un amor rebelde en una época convulsa


Los Lobos del Atlántico


El día cero del Mayo Francés


Constanza y la botadura del Bismarck









NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021) y Los Extraños de Mayo (2022). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba. 




Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.

En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.

Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.

También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.

Autor: Luis Carranza Torres

Editorial: Vestales

Páginas: 384




Lo más leído

Imagen

La foto del 2 de abril

Imagen

La leyenda del Halcón