Mucho más que un campeonato del mundo

 


Por Luis Carranza Torres

Estas palabras son escritas en el calor de apenas concluido el partido final de la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022 entre los seleccionados de Argentina y Francia, no pretende ser una reflexión desapasionada, sino todo lo contrario. 

Partidazo, con todo el abanico de emociones. Quizás, el partido más cambiante y a flor de piel que he visto en la vida. Se ganó, sí. Pero lo que es más importante: se ganó bien. Se dejó todo en la cancha, nunca se bajaron los brazos. Eso es tan o más importante que el triunfo en sí mismo. 

Nunca he suscripto, y no voy a hacerlo ahora, esa frase de “lo importante es competir”, salga como salga la cosa. Encubre a mi entender una actitud disculpante y hasta facilista que no se condice con el espíritu deportivo. 

Jugar es mucho más que eso. Y cualquiera sea el deporte que se practique, en donde se haga, con quien, o para qué, siempre y en lo esencial es un diálogo con uno mismo, no sólo a nivel del cuerpo, sino también con la mente y, en especial, con nuestro espíritu. 

Por cómo jugamos a lo que realmente nos entusiasma puede verse lo que somos. Y en este partido se mostró lo mejor de nosotros. Esa pasión por el futbol, un apasionado fair play. 

El lema olímpico original, ideado por el padre Henri Didon, un estrecho amigo del barón Pierre de Coubertin, de "Citius, Altius, Fortius” que significa "más rápido, más alto, más fuerte", siempre se trató de un al esfuerzo de los atletas por perseguir la excelencia personal en todo lo que hacen. En el año 2021, dicho lema de los Juegos Olímpicos y del Movimiento Olímpico fue modificado por: “Citius, Altius, Fortius – Communiter”, es decir: "Más rápido, más alto, más fuerte – Juntos". 

Son palabras que resumen el sentido del deporte, sea como práctica vital, sanitara, lúdica, profesional, de competencia o como espectáculo: es en el fondo y lo esencial, una práctica de aprendizaje, pedagógica, que exalta y valora las ansias de superación humana. Un progreso con el otro, y no en contra ni, menos que menos, sobre el otro.

Al respecto, el barón Pierre de Coubertin lo expresó claro en una de sus frases más conocidas:  "La vida es simple porque la lucha es simple. El buen luchador retrocede, pero no abandona. Se doblega, pero no renuncia. Si lo imposible se levanta ante él, se desvía y va más lejos. Si le falta el aliento, descansa y espera. Si es puesto fuera de combate, anima a sus hermanos con la palabra y su presencia. Y hasta cuando todo parece derrumbarse ante él, la desesperación nunca le afectará".

Siempre recuerdo cuando tuve que entrevistar al novelista John Katzenbach, la primera vez que visitaba Buenos Aires. Me dijo, y con bastante admiración que los argentinos, psicológicamente hablando, somos por demás “complejos y muy interesantes”. Y que uno de los lugares que más le emocionó entonces fue el monumento a los caídos en la guerra de Malvinas, existente en Retiro: “Fue sorprendente descubrirlo y recorrer todos esos nombres. En todas partes hay monumentos a la victoria, pero este, en cambio, alababa al heroísmo puro”.

El entrenador de voleibol platense Julio Velasco, lo dijo muy claro: “Ganar no es solo salir campeón”. 

Recordemos que inició en Ferro Carril Oeste y luego guio a la selección italiana del ramo a varios éxitos en la década de 1990, obteniendo dos veces el Campeonato Mundial de Voleibol, tres veces el Campeonato Europeo de Voleibol, cinco veces la Liga Mundial de Voleibol y la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.

“En atletismo hay muchos atletas que van a competir en las Olimpiadas sabiendo que no van a ganar. Pero se preparan como si fueran a ganar, porque combaten contra ellos mismos. Quieren bajar una décima de segundo, lanzar un metro más. Y eso es parte de ganar. Es mejorarse, superarse Yo creo que el deporte enseña esto en los jóvenes. Y si en cambio damos el mensaje que solo el que gana la medalla de oro es un ganador y los demás son perdedores no damos el mensaje verdadero que el deporte nos enseña”, dijo en unas declaraciones recientes, que suscribo. 

Destaco otra de sus frases: “Yo he perdido muchas veces y he estado conforme con lo que hice”. Idem. 

A pesar de ser un antideportista nato, Winston Churchill tiene una frase que entiendo siempre debe tenerse a mano: “Todo triunfador fue un fracasado que se negó a darse por vencido”. Es algo que debe recordarse, sea que uno esté caído y siendo criticado o, en particular, cuando es llevado en andas y alabado. 

Eso mismo es lo que pasó este 18 de diciembre de 2022 en el estadio De Lusail, a quince kilómetros del centro de la ciudad del mismo nombre. Fuéramos ganando o no, nos negamos a renunciar al objetivo de alcanzar la victoria. 

Porque no toda lucha humana derrama sangre ni causa dolor o pérdida. Las más duras y pródigas de ellas, se dan al interior de las personas y las sociedades. Por alguna razón, el crecimiento en los humanos se da ante la adversidad y el conflicto. 

Por todo eso, aún más que por un campeonato del mundo, debemos sentirnos orgullosos de esa selección y sus logros, de su técnico, jugadores y demás plantel. Para que alguien salga a la cancha, hay muchas personas anónimas por detrás que también dan su mejor esfuerzo y no debemos olvidar eso. Son los seres anónimos por lo común, poco reconocidos en la mayoría de los casos, que hacen que las cosas funcionen: utileros, aguateros, entre muchos otros.   

Dar lo mejor de uno, sin rendirse a la adversidad. Tal como pasó en el partido con Francia, donde se ganó y se dejó de ganar por en dos ocasiones. Pero no se dejó de perseguir la victoria. 

Tiene que ver también con Scaloni yendo a buscar a sus hijos a la tribuna, el Dibu cargando a cococho a su hija, Lio besando la copa o uno de los hijos de Messi llevando en alto el premio al mejor jugador del torneo. 

Es el equipo sumando al Kun al festejo, y haciendo que levante la copa. 

Por todo eso, este triunfo es mucho más que una copa del mundo y otra estrella más para la camiseta. Son los valores humanos, la buena leche de un grupo humano, la prueba que los argentinos juntos somos mejores y que actuar con profesionalismo y entrega nos lleva hasta la luna si queremos. 

No es poco lo que nos deja este triunfo mundialista. Sobre todo, para recordar y poner en práctica, el día después de la euforia de los festejos. 


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NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021) y Los Extraños de Mayo (2022). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba. 




Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.

En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.

Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.

También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.

Autor: Luis Carranza Torres

Editorial: Vestales

Páginas: 384





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