La primera novela del mundo
por Luis Carranza Torres
Si bien se halla sujeto a debate cuales los elementos que deben estar presentes en una obra literaria para poder entenderla como una novela, son muchos los expertos que consideran a “La historia de Genji” o “Genji Monogatari”, en japonés como la primera novela de la historia.
Lo sea o no, es claro que se trata que este texto que cuenta la vida y los amores del príncipe Genji en la corte de Kioto durante el siglo X, tiene más de una cuestión interesante para resaltar
El primer aspecto a destacar es que fue escrita por una mujer, Murasaki Shikibu, una joven noble nacida en el 978. Hija del modesto letrado y literato Fujiwara no Tametoki, quien pertenecía a una familia de funcionarios letrados de la mediana nobleza, se dice que era nieta del gran poeta Fujiwara no Kanesuke, cuyas poesías waka aún siguen siendo populares en Japón, de acuerdo a Luisa Sepulcre Domarco en “La estética de lo incompleto en La historia de Genji”.
Si bien durante ese tiempo las mujeres eran excluidas del aprendizaje del chino, que era el lenguaje escrito del gobierno, Murasaki, criada en un hogar erudito, recibió de su padre una excelente educación, destacando ya desde niña por su inteligencia, así como su facilidad para asimilar textos clásicos de la literatura china que incluso los jóvenes de mayor edad encontraban difíciles.
Murasaki llevaba un diario en donde deja registrado por el año 1008, que se encontraba escribiendo la novela. Por entonces, en Europa faltaba bastante para poder leer, por caso, El Cantar de mío Cid, que según la mayoría de la según la mayoría de la crítica actual se escribiría alrededor del año 1200; también pasarían dos siglos antes de ver la luz el Cantar de los nibelungos, a inicios del siglo XIII) y unos 400 años para Los cuentos de Canterbury.
La novela de Genji, la novela psicológica más antigua de la literatura universal y la más importante de la literatura japonesa clásica. “Comprime en sus páginas la esencia de la cultura japonesa”, nos dice Shimauchi Keiji en su trabajo “Genji monogatari: la obra clásica culmen de la literatura japonesa”, resultando además “una buena manera de conocer no solo la literatura japonesa, sino la cultura japonesa en general. Kawabata Yasunari, ganador del Nobel de literatura de 1968 cuya obra refleja el sentido estético de los japoneses, fue uno de sus lectores. El propio Mishima Yukio, discípulo de Kawabata y considerado en su tiempo también como candidato al premio, sacó ideas de Genji monogatari”. Su influencia puede verse, inclusive, en las obras de Murakami Haruki.
Se le destaca, además, el retrato de las costumbres de su época, su sensualidad y erotismo, así como el adentrarse en la interioridad de sus personajes, lo que lleva a entenderla como la primera novela psicológica de la historia, así como a establecer un vínculo directo de 'Genji' con la novela contemporánea.
La trama se desarrolla a lo largo de 54 rollos o capítulos y, en realidad no tiene un título como tal, un detalle a tono con las obras japonesas de la época. Es por eso que ha tenido diversas denominaciones, de las cuales la más común y aceptada es Genji Monogatari. Sin embargo, ha sido publicada bajo diversos otros títulos: Cuento o relato o historia de Murasaki, Genji, entre otros.
No es de lectura fácil, ni siquiera para el japonés actual, porque adopta el modo de hablar de la realeza durante el período Heian, que gustaba de hacerlo citando o parafraseando refranes o poesías.
Además, fue escrito empleando el silabario kana que usaban las mujeres de la Corte, ya que el uso de los ideogramas kanji de origen chino se hallaban reservados a los hombres, generándose un texto que tiene muchas palabras ambiguas, que no siempre son deducibles por el contexto, como nos explica Anjhara Gómez Aragón en “Japón y Occidente : el patrimonio cultural como punto de encuentro”.
Por estar dirigida a las mujeres de la realeza de su tiempo, sigue la práctica general de no referirse por su nombre a una persona. De allí a que los personajes no se nombren, refiriéndose a los masculinos por su rango o título y a los personajes femeninos por una descripción de su vestimenta, citando la primera frase que hace el personaje al entrar en escena, o su relación con algún personaje importante. Todo eso a fin de dar a entender al lector la posición social del mismo.
Más allá de su consideración actual, la obra también gozó en su tiempo de una popularidad y prestigio que nada tiene para envidiar a los bestseller de la actualidad. A una década de haber sido culminada, la obra era ya distribuida a lo largo de las provincias; y en un siglo ya se había convertido en todo un clásico de la literatura japonesa, siendo objeto de estudio y crítica por los entendidos en la materia, así como ilustrada por diversos artistas.
Se trató de un éxito que también favoreció a su autora, a quien el regente Fujiwara no Michinaga incluyó a la corte como dama de compañía hasta el año 1013, falleciendo al año siguiente. Su tumba se conserva en la antigua capital, Kioto, lugar que es también escenario de su obra.
Aun luego de su muerte, su reputación e influencia no decayeron. Un siglo después de su muerte, era muy apreciada como escritora clásica. Durante el siglo XVII, su obra se convirtió en un emblema de la filosofía confuciana y se animó a las mujeres a leer sus libros. Jugó asimismo, un papel crucial junto con otras escritoras del periodo Heian, para el desarrollo del japonés como lengua escrita, como nos dice Richard Bowring, en la introducción del “The Diary of Lady Murasaki”.
“El tema principal de Genji monogatari consiste en ver cómo la alegría de vivir termina por convertirse en tristeza, a medida que el destino conduce a los personajes hacia la desesperación por su incapacidad de amar a otros como debieran. Seguramente podrían decirnos que se trata de un tema presente en la literatura de cualquier país del mundo, y tendrían razón. Y sin embargo, en el interior del lector resuena una emoción duradera al ver cómo ni siquiera Genji, un personaje dotado de una hermosa apariencia y todo tipo de talentos artísticos, puede hacer felices a sus amantes, y termina sufriendo. Este sentimiento, impactante y puro, que permanece con nosotros incluso después de haber terminado la novela, es su mayor encanto”, al decir de Shimauchi Keiji.
Un tema, claramente universal y que hace entendible su pervivencia en el tiempo, mostrando también a las claras, la genialidad creativa de su autora.
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