Marilyn Monroe y los derechos civiles
por Luis Carranza Torres
Marilyn Monroe, más allá de su imagen de ícono pop y símbolo sexual, tuvo una faceta menos conocida pero profundamente significativa en relación con los derechos civiles en Estados Unidos. Aunque no fue una activista en el sentido tradicional, su vida y acciones revelan un compromiso con la igualdad y la dignidad humana que merece atención.
Monroe siempre expresó admiración por Abraham Lincoln, Arthur Miller y John F. Kennedy, todos ellos vinculados a ideas de justicia y derechos civiles. Su interés por Lincoln, en particular, era profundo: En la Emerson Junior High School, dedicó horas a trabajos voluntarios sobre su figura, llegando a ganar un premio escolar por un relato corto que su profesor consideró el mejor que había recibido. Se identificaba con aspectos de su biografía tales como la infancia humilde, la temprana muerte de su madre, y su cercanía con la gente común que resonaban en su propia historia, marcada por abandono y orfandad. Durante toda su vida, en todos los lugares en que vivió existió un retrato de Lincoln.
En su vida personal, Monroe también desafió normas sociales: se mudó sola a Nueva York, estudió actuación con Lee Strasberg, y se integró en círculos intelectuales y artísticos que promovían el pensamiento crítico y la libertad creativa. Sus declaraciones sobre abusos sufridos en la infancia y acoso en el cine fueron valientes para la época, contribuyendo a visibilizar el problema en una industria que lo ocultaba sistemáticamente.
Asimismo, criticó los papeles estereotipados que se le ofrecían como “rubia tonta” los estudios de cine. Rompió su contrato con 20th Century Fox y fundó en 1954 su propia productora, Marilyn Monroe Productions. Fue la primera mujer En 1954, con el apoyo de su amigo el fotógrafo Milton Greene, fundó Marilyn Monroe Productions y se convirtió en la primera mujer, desde Mary Pickford, en crear su propia productora, adelantándose al feminismo de los años 60.
Una prueba de la conciencia política de Marilyn Monroe fue ir a Corea en febrero de 1954 para entretener a las tropas estadounidenses estacionadas allí en una gira de cuatro días en la que ofreció espectáculos para más de 100,000 soldados, cantando, bailando y compartiendo bromas.
Fue una decisión personal durante su luna de miel con Joe DiMaggio. A pesar de su miedo escénico, quiso brindar alegría a los soldados nostálgicos del hogar. Había sido votada como la “pin-up” número uno durante la guerra de Corea, y quiso honrar ese título.
Visitó también a soldados heridos en hospitales cercanos, mostrando un gesto de empatía y compromiso. Para Marilyn, fue una experiencia transformadora: dijo que fue entonces cuando se dio cuenta de que era una verdadera estrella.
Su presencia encarnó el vínculo entre el entretenimiento y el apoyo moral en tiempos de conflicto. El acto también reforzó su imagen como ícono cultural y figura de consuelo en medio de la adversidad.
Su compromiso con la igualdad racial fue profundo, acreditado con hechos más que en palabras. Uno de los ejemplos más relevantes fue su relación con Ella Fitzgerald. Ambas mujeres compartían infancias traumáticas, matrimonios fallidos y una lucha constante por ser reconocidas más allá de sus apariencias.
Marilyn descubrió a Ella gracias a su coach vocal, quien le recomendó escucharla para mejorar su técnica. Quedó fascinada por su voz y comenzó a asistir a sus conciertos.
En una entrevista, Marilyn dijo: “Mi persona favorita, y la amo como persona y como cantante, creo que es maravillosa, es Ella Fitzgerald”. Fue una amistad profunda, valiente y transformadora, marcada por gestos de sororidad y resistencia frente a las barreras raciales y sociales de su época.
En una época en que los clubes de jazz de Los Ángeles no contrataban a artistas negros como protagonistas, Monroe usó su influencia para que Fitzgerald pudiera presentarse en el famoso club Mocambo. Prometió asistir cada noche si la contrataban, lo que finalmente sucedió. Este acto ayudó a abrir puertas para otros artistas afroamericanos. El gesto fue ampliamente reconocido por Fitzgerald, quien dijo que Monroe “le abrió las puertas que nunca se habían abierto antes”. Este gesto no solo impulsó la carrera de Fitzgerald, sino que también desafió las normas racistas de la industria musical.
Otro hecho que marca la firmeza de Marilyn fue el apoyo dada a Arthur Miller durante uno de los momentos más delicados de su vida: su investigación por el Comité de Actividades Antiestadounidenses del Senado. En plena era del macartismo. Este comité buscaba identificar y sancionar a personas vinculadas con el comunismo, y Miller fue citado por su cercanía con intelectuales de izquierda y por negarse a delatar a colegas.
El gesto de apoyo más emblemático ocurrió en 1956, cuando Monroe decidió casarse con Miller justo en medio de la controversia. Su decisión fue vista como un acto de valentía y lealtad, ya que podía haber afectado su carrera en Hollywood. En lugar de distanciarse, lo acompañó públicamente, incluso asistiendo con él a audiencias judiciales.
Todas estas acciones muestran el valor y la firmeza de ideas en una persona que ha sido mayormente, y de forma bastante injusta, juzgada desde el estereotipo. Su imagen ha sido recuperada en el presente como símbolo de una mujer que, pese a ser encasillada, intentó romper moldes desde dentro del sistema, presentando el análisis de su vida no pocas reflexiones sobre el poder, la lívido social y la vulnerabilidad de las personas que se elevan a íconos culturales.

















