Los abogados de la independencia

 

 




En la peor de las circunstancias posibles, brindaron su conocimiento jurídico para lograr nuestra declaración de independencia

 

 

Por Luis R. Carranza Torres

 

Un funcionario estadounidense me dijo una vez, en los festejos por el 4 de julio, día que conmemoran su declaración de independencia, que en realidad la emancipación del rey Jorge se decidió ya 2 de julio, “pero recién el 4 se pusieron de acuerdo en el texto de proclamación los abogados”.  De allí la fecha del festejo en tal día. Me lo dijo con esa media sonrisa propia de los bostonianos, de las que usan para quedar a igual distancia entre la broma y el reproche.

Yendo a nuestra propia historia nacional, de los 33 congresales electos al Congreso de Tucumán en 1816, 18 de ellos eran abogados. Miembros de un Congreso que el 9 de julio de tal año, en una casa particular prestada al efecto en Tucumán, decidieron una ruta de libertad y autodeterminación en nuestro camino colectivo que llega a nuestros días, y por lo menos de nuestra parte, esperamos se continúe por muchos siglos más.

La mayoría, a excepción de Francisco Narciso de Laprida, que fue su presidente dicho magno día, ha pasado al segundo plano de la historia. Pese inclusive, a los aportes nada menores realizados por no pocos.

Ya el proclamar la independencia en ese momento, fue un acto de valentía por cierto, pero también de compromiso hacia el futuro. Todo parecía andar mal, pero no cabía otra forma de asegurar en el presente lo conseguido, así como de consolidar un futuro posible, pero que debía todavía ser ganado.

De entre esos letrados, podemos citar a Juan José Paso,  ex secretario de la Primera Junta, miembro del Primer y Segundo Triunvirato, y secretario del Congreso, que redactó el Manifiesto de los Pueblos, por el que anunciaba la independencia de las Provincias Unidas al resto del mundo. A José Severo Malabia, diputado por Charcas que participó de la mesa directiva del Congreso y pronunció uno de los discursos más recordados sobre la adopción de la monarquía para regir al nuevo país independiente. Pedro Ignacio Rivera, conocido como el “abogado de los pobres”, Vicepresidente del Congreso, y uno de los principales apoyos de una monarquía indígena. O Juan Agustín Maza, diputado por Mendoza y recibido de abogado en la Universidad de San Felipe en Chile, fue uno de quienes apoyó la propuesta de la creación de una república para el nuevo estado independiente.

Los representantes cordobeses, merecen un párrafo aparte, y no por meras cuestiones de afecto al terruño. Córdoba fue la única provincia bajo influencia de las ideas federales de Artigas, que envió diputados al Congreso. De sus cuatro representantes, tres estuvieron presentes el 9 de julio, pues Miguel Calixto del Corro estaba en esas fechas fuera de Tucumán, por habérsele encomendado una misión diplomática ante Artigas para que reconociese al Congreso.

El más fogoso de cordobés de todos ellos fue sin duda, por sus ideas federales y simpatías con Artigas, José Antonio Cabrera y Cabrera, descendiente del propio fundador de la ciudad de Córdoba y sobrino del Deán Funes. Se había licenciado en jurisprudencia en la Universidad Mayor de San Carlos, en Córdoba, desempeñándose como asesor letrado de los gobernadores del último período virreinal, y Alcalde del primer voto del Cabildo de nuestra ciudad en 1811.

Le siguió en el orden de los díscolos mediterráneos, por sus serios encontronazos con la mayoría unitaria del Congreso, Eduardo Pérez Bulnes, quien se educó en el Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat y estudió derecho en la Universidad local.

El último de los letrados cordobeses, Jerónimo Salguero de Cabrera y Cabrera, doctor en jurisprudencia, y antiguo asesor letrado y síndico del cabildo de Córdoba, fue dentro de su defensa de las autonomías provinciales, quien tuvo la postura más conciliadora que todos sus pares cordobeses.

Nuestros representantes no la iban con adoptar una forma monárquica, con descendiente de incas o noble europeo. Y menos que menos, con la forma unitaria de gobierno que mayoritariamente se suscribía. Todo ello trazaba un abismo entre los susodichos y la gran mayoría del Congreso.

Con ellos, Córdoba adquirió fama de díscola desde los inicios mismos de nuestra vida independiente. Cansado el unitariato porteño de renegar con ellos, cuando se negaron a trasladarse a Buenos Aires para seguir sesionando, en contradicción con la misma norma que había instituido al Congreso para sesionar fuera de dicha ciudad, los expulsaron a los cuatro a principios de 1817.

Arbitrariedades de la política chica, que siempre lesiona a las necesidades de la política grande. Casi cuatro décadas después, con la sanción de la Constitución Nacional de 1853, la historia les daría sobradamente la razón a su postura. No eran intransigentes en definitiva, simplemente habían estado adelantados al pensamiento de la mayoría de sus pares.

Publicado en el diario Comercio y Justicia el 5 de julio de 2013. 

 

NOTICIA Y NOVELÍSTICA DEL AUTOR DE LA NOTA:

Luis Carranza Torres nació en Córdoba. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.
Su obra literaria de ficción resulta la siguiente:


Ella odia a Roma y ve en la piratería la forma de devolverle todo lo que le ha quitado y agraviado. Pero no puede dejar el recuerdo de ese patricio romano, que dejó partir y se halla en franco ascenso hacia la cúspide del poder imperial. 

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Germanicus un retorno al imperio romano

Una celta esclavizada y obligada a luchar en la arena se transforma en la gladiatrix más aclamada de Roma. Cruzará su camino y entregará sus sentimientos al hombre menos pensado: aquel joven patricio que destruyera su aldea, matara a su padre y la hiciera una cautiva de guerra. Una relación clandestina con un hombre que es en sí mismo un secreto, y que pronto conmocionará los mismos cimientos del imperio.

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Ella, una joven argentina. Él, un oficial naval alemán. Se casan en medio de la guerra, en la Francia ocupada por Hitler. Lo hacen contra la opinión de todos, contra toda lógica. La guerra pronto los enfrentará a las peores pruebas.  

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Una familia libra, entre Europa y la Argentina, una guerra tan despiadada como la contienda mundial en que el mundo se ha sumergido.

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La familia López de Madariaga llega al Berlín en que Hitler se ha hecho con el poder. Ignacio, el nuevo embajador argentino ante el Reich, ve como en su casa se anticipa el conflicto que se cierne sobre en mundo, en la persona de su esposa e hija, dos mujeres con ideas totalmente opuestas respecto a la vida. Y, sobre todo, del nazismo.  

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Un hombre destrozado por la muerte de su esposa cruza su camino con una misteriosa mujer que parece su doble, en tanto trata de terminar de lograr un avance en la informática que revolucionaría al mundo.  

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Una mujer adelantada a su época y un hombre descreído de todo que mantienen una relación por fuera de los cánones sociales deberán hacer frente a un enemigo solapado y a la peor de las venganzas.  

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La historia de la más terrible de las guerras del XIX en Sudamérica y de una de sus unidades más fogueadas en ella: El Regimiento Córdoba visto desde el día a día de sus soldados, inmersos en la Guerra del Paraguay.  

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El abogado más influyente del país ha desaparecido y sus sobrinas deben hacerse cargo de uno de los principales estudios jurídicos. Descubrirán allí, todos los secretos que un ausente deja tras de sí.  

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La abogacía de alto nivel, con sus estudios VIP, sus secretos y esas vidas en apariencia perfectas que no lo son tanto.  

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El caudillismo en la época federal, con sus paternalismos y rigores. Un fresco, social y familiar del ejercicio del poder en dichos tiempos.



La azarosa vida del primer poeta argentino, contada en primera persona: amores, guerra, gobierno y traiciones en la época hispánica. 

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