La creación de Adèle y Alan: Una pasión rebelde en el caos
Por Luis Carranza Torres
Ella es terrible, insatisfecha, genial y rebelde. Nacida en cuna de oro en Francia, siempre se ha salido de una forma u otra con la suya. Pero ese joven callado y triste de Argentina va a resultar la horma de su carácter. Es 1968, Adele y Alan estudian en una Universidad que pronto saltará por los aires. Como el mismo país.
En la novela Los Extraños de Mayo se cuenta la pasión de dos jóvenes rebeldes en el agitado París de su tiempo. Los estudiantes salen a la calle y ya el mundo 🌎 no será igual. Ellos tampoco.
Es Mayo de 1968 y el mundo va a arder junto a ellos. Son las primera generación que no ha vivido la Segunda Guerra Mundial y piensan el mundo distinto de sus padres.
Ellos dos son rebeldes pero por muy distintos motivos. Se atraen tanto como rozan y se sacan chispas. El suyo no es una relación sentimental común. Pero, ¿cómo Adèle y Alan llegaron a los que fueron y vivieron, en el papel, a hicieron vivir a los lectores todo lo que les pasó?
A veces me preguntan cómo surge un cuento, una novela. Es difícil de explicar porque uno mismo no lo entiende demasiado. Tal vez eso sea parte de su encanto. Se trata de un sonido, un aroma, una frase, una imagen que va encadenando otras, que se eleva hasta dar los primeros elementos de la historia. Luego, es trabajo, disciplina y técnica pero también curiosidad, prueba y error, así como no poca osadía sobre el papel o la pantalla de la computadora.
La foto debajo es un ejemplo de eso: me llamó la atención la actitud, la miradas, las manos de cada cual, la ropa y el contexto. No pasó mucho antes de tener una historia sobre un amor rebelde en el período más convulso de un siglo que ya se fue pero aun vive en muchos de nosotros.
Los ojos de ella, extasiada por él, definieron a Adèle. Por supuesto que la hija única de Marion Agathe Vendroux, madrina de Alan, y de Jules Joseph Dorléac d'Aubigny, ministro de finanzas en el gobierno francés de “Le Grand Charles” o “Le Vieux”, como se apodaba indistintamente a Charles De Gaulle, no sería tan demostrativa.
Es ese preliminar de dar las primeras formas mentales, el esbozo sobre lo que uno va a lanzarse a escribir, otra imagen surgió, también sobre Adèle. Esta vez, venía con una frase: "solo entre esos brazos hallaba paz pero nunca iba a admitirlo".
En el Génesis Dios crea a la mujer a partir de una costilla del hombre. En este caso, fue Adèle la que terminó por crear, por oposición o necesidad de complemento, al sufrido de Alan.
A partir de allí, fue enhebrar una historia. Capa a Capa. No salió al primer intento. La versión más antigua era solo la historia lineal de la relación entre ambos. Mucho de lo que descubre Alan o Alain como impone llamarlo ella, fue obra de la segunda versión. Y hubo, asimismo, una tercera, para pulir ciertas curvas narrativas.
El resultado es lo que hoy pueden leer en la novela de los Los Extraños de Mayo
Para leer más en el blog:
Una novela entre la lealtad y la traición
Constanza y la botadura del Bismarck
Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.
En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.
Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.
También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.