La enseña que Belgrano nos legó

 



Por Luis R. Carranza Torres / Ilustración: Luis Yong

Nuestra bandera patria tiene una historia tan pródiga en realizaciones, pasiones y olvidos, como la de aquella Nación que identifica.

Hace dos siglos exactos, hacia las 18.30 de un 27 de febrero, frente a la tropa formada de las baterías Libertad e Independencia, y la población de la pequeña Villa del Rosario (la hoy ciudad de Rosario), se elevó a los cielos sobre el río Paraná, por vez primera y en solemne ceremonia, fruto de esa obsesión del general Manuel Belgrano por dar una identidad a un colectivo nacional en el cual a muchos de sus miembros les aterraba la idea de una identidad propia, por las responsabilidades que ello conlleva.

Condensa, en su celeste y blanco, las esperanzas y desventuras de todos. Aquello que amamos y lo que detestamos. Lo ganado y lo perdido. Nada, ni nadie, deja de ser cubierto por ella. Incluye, y en forma especial, a quienes descreen del símbolo o inclusive hasta lo rechazan. Es mucho más que colores, tela e hilo, aunque su cotidianeidad a veces haga que la pasemos por alto. Resulta ese común emblema de estar juntos pese a nuestras diferencias, o quizás, precisamente en virtud de ellas. Simboliza, asimismo, tanto el recuerdo del pasado como la apuesta por el futuro, en ambos casos de todos.

Sus comienzos fueron azarosos. Ante la noticia de su izamiento, el conciliador Primer Triunvirato le ordenó a Belgrano: “Vuestra Señoría haga pasar como un rasgo de entusiasmo el enarbolamiento de la bandera blanca y celeste, ocultándola disimuladamente y sustituyéndola con la que se le envía”. La nueva no era sino el viejo pendón real del fuerte de Buenos Aires. Belgrano se negó a usarlo y, en el segundo aniversario de la Revolución de Mayo, habiendo avanzado hasta la ciudad de Jujuy, vuelve a enarbolar la enseña celeste y blanca frente a las tropas. El Triunvirato le envía otra amonestación, transcribiendo completamente en su texto la anterior reprimenda, con las siguientes palabras: ”Cuando en 3 de marzo último se hallaba Vuestra Señoría en la batería del Rosario, se le dijo lo que sigue”. Y luego de ello, le reiteraban que dejara de persistir esas peligrosas “excentricidades” de una bandera y que la ocultara y destruyera. Pasmosamente, quienes dirigían nuestra Nación, no creían en ella. Belgrano les replicó: “La guardaré silenciosamente para enarbolarla cuando se produzca un gran triunfo de nuestras armas”. Fue con el Ejército del Norte, en la batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812, cuando cumplió con tal promesa. También le tocó a Belgrano llevarla en su primera derrota en pampa de Vilcapugio, usándola para reunir a los dispersos, como también hizo luego de la batalla de Ayohuma.

Es que las banderas de las naciones libres, que defienden esa libertad, a diferencia de los estandartes imperiales, sirven tanto en las victorias como particularmente a la hora de las derrotas, ya que ninguna pretendida superioridad enrostran, a diferencia de las banderas imperiales. Simplemente, recuerdan el porqué de los sacrificios. Por ello se dice que la enseña patria tremola en el viento con mayor ímpetu en las horas aciagas que en las felices, en recordatorio de que las dificultades sólo existen, tanto a nivel individual como colectivo, para ser superadas.

Pero no sólo ha sido, desde Tucumán a los montes cercanos a Puerto Argentino, referente en las batallas. Circunnavegó el globo de la mano de Bouchard, en su expedición corsaria con la fragata La Argentina. Fue adoptada como propia por las tropas chilenas al mando de O’Higgins durante la batalla de Chacabuco, por carecer en ese momento de insignia propia. Antes, había traspasado los Andes en uno de los periplos militares más asombrosos de la historia universal del ramo.

Esas idas y vueltas por el mundo, como símbolo de independencia, hizo que varias enseñas de otras naciones “se copiaran” de ella. La primera bandera paraguaya de 1812 es una variación de la creada por Belgrano, así como la de las efímeras Provincias Unidas de América Central, la de Nicaragua y la de Costa Rica durante los años 1840 a 1842.

De los muchos lugares a que fue llevada por los argentinos, puede mencionarse su izamiento en 22 de febrero de 1904 en el sector antártico. El ser clavada sobre la cima del Aconcagua el 8 de marzo de 1934 por el teniente Nicolás Plantamura, perteneciente al Regimiento 16 de Infantería de Montaña, en el mismo polo sur el 10 de diciembre de 1965, o en el Everest por nuestro compatriota Tommy Heinrich, el 15 de mayo de 1995, a las 7.45, después de sesenta y cinco días de ascenso.

Por espacio de dos siglos, en mano de funcionarios o particulares, de civiles o militares, héroes o ciudadanos comunes, la enseña celeste y blanca presidida por el sol incaico de treinta y dos rayos ha sido el símbolo común de sucesivas generaciones, representativa, como pocas, de esa pertenencia de todos a nuestro complejo, pasional y entrañable colectivo nacional.

Artículo publicado en el diario Comercio y Justicia el día 24 de febrero de 2012. 

Si querés saber más sobre el tema podes leer en este blog: Curiosas historias de nuestra bandera


NOTICIA Y NOVELÍSTICA DEL AUTOR DE LA NOTA:

Luis Carranza Torres nació en Córdoba. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.
Su obra literaria de ficción resulta la siguiente:


Ella odia a Roma y ve en la piratería la forma de devolverle todo lo que le ha quitado y agraviado. Pero no puede dejar el recuerdo de ese patricio romano, que dejó partir y se halla en franco ascenso hacia la cúspide del poder imperial. 

Para leer más respecto de esta novela:  Germanicus. Entre Marte y Venus

Germanicus un retorno al imperio romano

Una celta esclavizada y obligada a luchar en la arena se transforma en la gladiatrix más aclamada de Roma. Cruzará su camino y entregará sus sentimientos al hombre menos pensado: aquel joven patricio que destruyera su aldea, matara a su padre y la hiciera una cautiva de guerra. Una relación clandestina con un hombre que es en sí mismo un secreto, y que pronto conmocionará los mismos cimientos del imperio.

Para leer más respecto de esta novela: Germanicus: El corazón de la espada y Kendrya: una celta en Roma

Ella, una joven argentina. Él, un oficial naval alemán. Se casan en medio de la guerra, en la Francia ocupada por Hitler. Lo hacen contra la opinión de todos, contra toda lógica. La guerra pronto los enfrentará a las peores pruebas.  

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Una familia libra, entre Europa y la Argentina, una guerra tan despiadada como la contienda mundial en que el mundo se ha sumergido.

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La familia López de Madariaga llega al Berlín en que Hitler se ha hecho con el poder. Ignacio, el nuevo embajador argentino ante el Reich, ve como en su casa se anticipa el conflicto que se cierne sobre en mundo, en la persona de su esposa e hija, dos mujeres con ideas totalmente opuestas respecto a la vida. Y, sobre todo, del nazismo.  

Para leer más respecto de esta novela: Ninguna civilización ha podido prescindir de la palabra 

Un hombre destrozado por la muerte de su esposa cruza su camino con una misteriosa mujer que parece su doble, en tanto trata de terminar de lograr un avance en la informática que revolucionaría al mundo.  

 Para leer más respecto de esta novela: Una época de romance tecnología y espías  y Una novela que se las trae

Una mujer adelantada a su época y un hombre descreído de todo que mantienen una relación por fuera de los cánones sociales deberán hacer frente a un enemigo solapado y a la peor de las venganzas.  

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La historia de la más terrible de las guerras del XIX en Sudamérica y de una de sus unidades más fogueadas en ella: El Regimiento Córdoba visto desde el día a día de sus soldados, inmersos en la Guerra del Paraguay.  

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El abogado más influyente del país ha desaparecido y sus sobrinas deben hacerse cargo de uno de los principales estudios jurídicos. Descubrirán allí, todos los secretos que un ausente deja tras de sí.  

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La abogacía de alto nivel, con sus estudios VIP, sus secretos y esas vidas en apariencia perfectas que no lo son tanto.  

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El caudillismo en la época federal, con sus paternalismos y rigores. Un fresco, social y familiar del ejercicio del poder en dichos tiempos.



La azarosa vida del primer poeta argentino, contada en primera persona: amores, guerra, gobierno y traiciones en la época hispánica. 

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