Misceláneas de la Argentina en la Segunda Guerra Mundial

 



Por Luis Carranza Torres


Resulta desde el vamos, imposible hacer aquí un desarrollo de todas las cuestiones que involucra la Argentina como actora en el período de la Segunda Guerra Mundial, por lo que nos contentamos con elegir algunas. Para muestra, basta un botón, según la frase de las abuelas.  

Fueron historias que recogí durante el periodo de documentación de la saga de la segunda guerra mundial que escribí, en tres novelas: Mujeres de InviernoHijos de la Tormenta y Huérfanos en un mundo extraño.

En esa conflagración global fuimos de todo, salvo neutrales como se cree por lo general.

Todo argentino tenía su preferencia sobre quien debía ganar.  El tradicional antinorteamericanismo local llevó a más de uno a simpatizar con el eje sin compartir ninguna de sus ideas. 

Buque argentino en 1942 con la borda pintada con los datos de su viaje
 y la bandera argentina para identificarse como una nave neutral. 

Franklin Delano Roosevelt no entendía, y lo dijo en un conferencia de prensa en la Casa Blanca, cómo mientras la guerra peor iba para los alemanes, mayores eran sus adhesiones por estas tierras. Pero no fuimos muy penalizados por eso. Sobre todo, porque a Winston Churchill le preocupaba más que los barcos neutrales argentinos siguieran abasteciendo de alimentos a la golpeada Gran Bretaña. A resguardo de los ataques de los submarinos alemanes. 

Es que en un golpe magistral, el presidente conservador Ramón Castillo, del partido demócrata nacional, fundó en 1941 la Flota mercante del Estado, con barcos extranjeros bloqueados por la guerra en los puertos del país. 16 barcos italianos formaron parte de esa primera remesa. La operación se formalizó por el convenio del 25 de agosto de 1941 y fue aprobada por la ley 12.736.

Teníamos por primera vez, como sacar la producción agropecuaria bajo propia bandera. Paradójicamente, Inglaterra se benefició de ello tanto como nosotros.  


Hubiera podido ser, como algunos propusieron sin éxito, un buen tiempo para recobrar las islas Malvinas. Faltó visión en los dirigentes, aunque los declamados nacionalistas sobraran por entonces. Se le vendía a crédito a Inglaterra sin pedir nada a cambio, cuando los alimentos argentinos eran los que evitaban su hambruna, de entrega asegurada por ser llevados bajo pabellón neutral. 

Y la falta de visión de quienes dirigen, se paga cara en la historia. Sobre todos, los gobernados. 

En cambio, sus aliados estadunidenses firmaban con el viejo y necesitado león inglés el acuerdo de destructores por bases (Destroyers for Bases Agreement, tal su nombre oficial) del 2 de septiembre de 1940, transfiriendo cincuenta destructores viejos de la reserva a cambio de la instalación de bases norteamericanas en Terranova, Nueva Escocia, las islas Bermudas y en distintos puntos del Caribe, todos ellos territorios bajo dominio británico.

Heinz Scheringer

Hubo argentinos que participaron activamente de la guerra. Por el lado del eje Heinz Scheringer, un exitoso capitán de submarinos alemán con nueve buques hundidos, había nacido en Buenos Aires, en el barrio de Belgrano, el 29 de agosto de 1907. 

Tendría bajo su comando, primero el sumergible U-13 y luego el U-26 se convertiría en un nave de leyenda en la  Kriegsmarine.

Las fuerzas aliadas por su parte le reconocerían su caballerosidad a la hora de privilegiar las vidas de los náufragos enemigos. Fue un oficial naval profesional y un caballero del mar, alejado de toda cuestión política. 

En sentido inverso, y poco más de una década antes, en 1895, también en dicho barrio de Belgrano había nacido Ricardo Walther Óscar Darré, que llegaría a ser ministro de alimentación y agricultura de Hitler, uno de los ideólogos del concepto nazi de Blut und Boden ('Sangre y Suelo') y hasta SS-Obergruppenführer en las temibles SS (más o menos un general de división de los nuestros). 

Walter Darré

En el otro bando, cientos de argentinos, se alistaron en las fuerzas aliadas en donde los de raíces inglesas llegaron a tener hasta una unidad propia: el Escuadrón N° 164 de la Real Fuerza Aérea Británica, de cazabombardero, tenía un león frente a un sol naciente, bajo el cual se leía el lema: “Firmes volamos”, en castellano. Fue equipado con los versátiles cazas Spitfire primero y luego con los cazabombarderos Hurricane. En tales aeronaves se pintaron escenas de Molina Campos y hasta de Paturuzú.


De ellos, casi ciento cuarenta murieron, combatiendo contra la Luffwaffe primero y pilotos japoneses luego. Nueve cayeron prisioneros y cincuenta y seis fueron condecorados.

Kenneth Charney, nacido en Quilmes, es el aviador argentino que históricamente más derribos logró. Derribó doce aviones enemigos, cerca de ser triple as, y dañó seriamente a otros diez y seis.  Lo llamaban el “Caballero Negro de Malta” porque estuvo en la batalla de esa isla. Recibió la Cruz Militar británica por sus acciones y regresó a la Argentina luego de la guerra. 

Junto al rosarino Miguel Le Bas, fueron los jefes de Escuadrilla, volaron más de doscientas misiones.

Fallecido Charney en Andorra en 1982, sus restos fueron repatriados a la Argentina el 9 de mayo de 2015 y sepultados en el cementerio británico de la Chacarita con todos los honores militares tanto argentinos como británicos.


Hubo también una mujer, Maurineen Dunlop, nacida en Quilmes en 1920 y criada en Río Negro en la estación Pilcaniyeu, que voló en la fuerza aérea auxiliar británica, encargada de llevar los nuevos aviones al frente y traer a la retaguardia los que debían repararse. En la ATA, fue una de las ciento sesenta y cuatro pilotas de sexo femenino que volaron treinta y ocho tipos de aeronaves, totalizando unas ochocientas horas de vuelo. Saltó a la fama por una foto tomada en 1944, aparecida en «Post Magazine» y la mostraba saliendo de un Fairey Barracuda.  Fue instructora en aerolíneas argentinas y en la fuerza aérea luego de la guerra. 

Hemos contado su historia en Una argentina en los cielos de la Segunda Guerra Mundial, en este mismo blog. 

Al terminar el conflicto, con un gobierno militar pro eje, Stalin exigió que se aislara internacionalmente a la Argentina como a la España de Franco. Estados Unidos no tenía problemas con eso, pero el antiguo embajador en Inglaterra, Miguel Ángel Carcano, era amigo de todos allí. A pesar de ser opositor y estar en las antípodas ideológicas del fascino a la criolla del gobierno de Farrell, actuó en favor del país. Y consiguió el apoyo de Churchill. Brasil y Latinoamérica también se opusieron al intento. Al final, participamos como miembros fundadores, admitidos a última hora, a cambio del reconocimiento de Ucrania y Bielorusia como estados en la organización. 

Miguel Angel Carcano, Vice Jefe de la Delegación Argentina 
en la Conferencia de San Francisco firma la Carta de la ONU el 26 de Junio de 1945


Esta son algunas historias, unas pocas en realidad, de muchas otras. Demostrativas todas ellas, que la Segunda Guerra Mundial no fue un conflicto lejano, ni que nos pasara de largo, en contra de lo que comúnmente se cree.  


La familia López de Madariaga llega a Berlín, porque Ignacio, médico y político, jefe de la familia, va a ocupar el cargo de embajador argentino ante el III Reich. Hitler hace poco que ha subido al poder, pero Alemania ya se ha disfrazado del culto a su persona, de intolerancia y soberbia, de una desmesura que solo podía terminar en una guerra.
En ese contexto, la embajada se vuelve un lugar lleno de intrigas, de espías, de jerarcas nazis que fingen una docilidad que no poseen. Lucrecia, la mujer del embajador, descendiente de alemanes, se fascina con el nacionalsocialismo, se siente parte del cambio y del orgullo que propone Hitler. La hija del matrimonio, Constanza, va a descubrir, en una Berlín atribulada, la noche, el jazz, el amor, las incontables formas del deseo, la traición.
Entre ambas mujeres que se admiran y recelan, estará Ignacio, diplomático al fin, como un árbitro imparcial. También mostrará que un embajador no le debe cuentas solo a su patria, sino que el honor que representa se lo debe también a la historia y a su tiempo.
Luis Carranza Torres ha escrito uno de esos raros milagros literarios, una novela cuyos personajes siguen en la cabeza del lector mucho después de haber terminado el libro. Mujeres de invierno es un clásico inmediato de nuestro tiempo.




Cuatro preguntas clave sobre la Saga de la Segunda Guerra Mundial 

📌 ¿Cuántas novelas son?
Está compuesta por tres libros: "Mujeres de invierno", "Hijos de la tormenta" y "Náufragos en un mundo extraño".

📌 ¿Quiénes son los personajes principales?
Tiene como protagonista a la familia López de Madariaga y comienza con su viaje a Berlín 🇩🇪, ciudad donde Ignacio ocupará el puesto de embajador argentino.

📌 ¿Cuándo ocurre?
Comienza en los años 30,  por lo que los personajes serán testigos de cada momento desde el ascenso del Tercer Reich y se extiende hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

📌 ¿Qué temáticas se ponen en juego?
La Alemania más oscura es escenario de un abanico de historias tan intensas como atrapantes: redes de espionaje, amor, poder, pasión y una reconstrucción histórica exhaustiva de aquellos tiempos difíciles y desafiantes.

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