La sociedad de las mascotas
por Luis Carranza Torres
Un gran porcentaje de la población mundial, de carácter mayoritario, posee un animal de compañía en nuestros días.
Perros y gatos, seguidos por las aves y peces son los preferidos, pero el primer puesto alrededor del mundo resulta los gatos.
Las estadísticas de la American Pets Products Association estiman que el 62% de la población de Estados Unidos tiene un animal de compañía.
La industria de productos asociados a las mascotas en los Estados Unidos ha pasado de representar noventa mil millones de dólares en 2018 a unos ciento cincuenta mil estimados para este año 2024, conforme dicha asociación.
La relación doméstica entre ciertas especies animales y los humanos viene de lejos. Se entiende que la domesticación animal por los humanos se desarrolla alrededor del año 9000 a. C. dentro del fenómeno de la sedentarización que a su vez es conocido como revolución neolítica.
Inicialmente utilizados con propósitos alimenticios, no tardaron en adoptarse como compañeros de caza, o para lidiar con alimañas dentro de los hogares.
Para mayor detalle hemos tratado la cuestión en Cuando el lobo se hizo amigo de los humanos
Es pacífica la opinión que los perros han sido una de las primeras especies domesticadas, criados como animales de compañía desde hace unos diez mil años. Asimismo, alrededor del año 3500 a. C. en Egipto se tienen los primeros datos de gatos domésticos.
"Cuando un gato moría, escribió el historiador griego Heródoto, todos los integrantes de la familia a la que pertenecía se afeitaban las cejas en señal de tristeza. Y si alguien mataba un gato debía pagar con la muerte. Sagrado, llorado, vengado", refiere Luciano Sáliche en su artículo "La vida secreta de tus mascotas (en la literatura)".
Los antiguos romanos tuvieron diversas clases de mascotas. También en su derecho se estableció de modo claro la diferencia entre los animales salvajes y aquellos domésticos. Un punto importante es que el aminal domesticado podía liberarse de tal condición por el denominado animus revertendi, del que en las Institutas de Gayo encontramos su naturaleza y efectos: “desde que han perdido el habito de regresar (animus revertendi) dejan de ser nuestros (...)” (Gaius, II, p. 68)(3).
Siempre tan prácticos, entendían que en ocasiones no se adaptan a vivir con los humanos y el instinto los lleva a buscar recobrar el estado de libertad que tenían antes de ser capturados.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII, se popularizó la tenencia de animales domésticos en el sentido que hoy conocemos. Se trató de un fenómeno social que fue de arriba hacia abajo: la tenencia de perros de compañía y de caza por los aristócratas fue imitado en el siglo XIX, por la clase media en auge, como parte de la cultura de la burguesía urbana.
La creciente tenencia de mascotas determinó también que los animales pasaran a formar parte de la cultura y economía urbanas como mercaderías u reflejados ya no en obras de arte, sino en objetos de todos los días.
Se estima que a mediados del siglo XIX, existían cerca de veinte mil vendedores ambulantes en Londres que comerciaban con animales vivos. También sobre el final de ese siglo aparecen los primeros negocios que venden accesorios mascotas, conforme nos dice Sarah Amato en su obra “Beastly Possession: Animals in Victorian Consumer Culture”.
Chris Philo por su parte, en “Animal Space, Beastly Places: New Geographies of Human-Animal Relations”, se explaya sobre las consecuencias en la criminalidad de tal fenómeno: se empezó a ver que ladrones dedicados a capturar y pedir rescate por las mascotas de dueños pudientes; ello derivó en afianzar legalmente la idea que la mascota era propiedad de su dueño y establecer leyes que castigaban su robo.
También apareció lo concerniente a su trato debido. En Argentina se sancionó la La Ley Nacional de Protección de Animales N° 2786 en 1891 que prohibía el maltrato animal en todo el país, establecía la obligación de las autoridades policiales de colaborar con la Sociedad Argentina Protectora de Animales y se implementaban multas para los infractores.
Fue conocida la norma como “Ley Sarmiento” en honor a Domingo Faustino Sarmiento, escritor, político y educador quien además de presidente de la Nación lo fue también de la Sociedad Argentina Protectora de los Animales entre 1882 y 1885, y como pocos, desde la prensa, visibilizó el tema del trato a los animales.
Los derechos de los animales han evolucionado desde ser un objeto a resguardar a entender de parte de ciertos sectores que como "seres sintientes" resultan susceptibles de serles adjudicados derechos. en nuestro artículo La evolución de los derechos de los animales nos hemos concentrado en ese tópico, así como en Perros que hicieron justicia mostramos la contribución judicial de algunos cánidos.
La afición por las mascotas llevó a la crianza y exhibirlos en diversas exposiciones. La primera exposición de perros ocurrió el 28 de junio de 1859 en Newcastle, pero centrada en perros para la práctica de deportes y de caza. Por ello Harriet Ritvo en “The Animal Estate: The English and Other Creatures in the Victorian Age” entiende que la más Antigua exposición de mascotas propiamente dichas fue en Chelsea en 1863 con un millón de mascotas inscriptas.
El Kennel Club, creado en 1873, fue establecido para garantizar la equidad y la organización en las exposiciones caninas. A través de su Stud Book, desarrolló un sistema de registro de perros de pura raza, e institucionalizó las exposiciones caninas.
En el arte, quizás la mascota más discutida sea la plasmada por Leonardo da Vinci, en un cuadro realizado hacia 1490, “La dama del armiño”, uno de los cuatro retratos femeninos pintados por Leonardo.
El pequeño animal alzado por la mujer, perteneciente a la familia de los mustélidos, ha sido entendido por otros como una garduña, una comadreja, un hurón o un turón albino, si bien la tesis más aceptada es que se trata de un armiño.
El siglo XX determinó la aparición de las mascotas en las nuevas formas de arte masivo. Sin ser el primero, el más famoso de ellos fue Rin Tin Tin, un pastor alemán que se convirtió en estrella de Hollywood de la primera mitad del siglo XX.
El animal original es en realidad francés, hallado el 15 de septiembre de 1918 junto a su madre y otros cuatro hermanitos, todos cachorros, por el soldado estadounidense Lee Duncan, que participaba en la Primera Guerra Mundial, quien se llevó dos a su campamento.
Con el nombre de Rinty y Nannette, fueron adiestrados durante la contienda por Duncan evidenciando grandes habilidades. Los llevó consigo a su regreso a los Estados Unidos e inspirado por el éxito en el cine del perro Strongheart, otro pastor aleman, logró conseguirle un papel protagónico en la película Where the North Begins en 1923. Fue un éxito inmediato en taquillas, por lo que apareció en veintisiete películas, pasó a ser uno de los ídolos de la época e incluso tiene su huella estampada en el Paseo de la Fama de Hollywood Boulevard.
Pero fue una collie de nombre Lassie quien se convirtió en la perra más famosa del mundo, saltando del cine a la televisión en la segunda mitad del siglo XX.
A diferencia de los anteriores, se trató de un personaje de ficción, concebido por Eric Knight en un cuento de 1938 titulado Lassie: vuelve a casa (Lassie Come Home), publicado en el periódico The Saturday Evening Post, con tanto suceso, que lo reelaboraría en formato de una novela en 1940 con idéntico título.
La novela fue llevaba a la pantalla grande en 1943 manteniendo el título original. El niño que invariablemente era compañero y protegido de la perra fue Roddy McDowall, más conocido por protagonizar mucho después al personaje de Cornelius en las películas de El planeta de los simios.
Pero fue la televisión la que le daría su gran fama, merced a una una serie que estaría en el aire durante 19 años en la cadena CBS, que inició en 1954 y alcanzó los 591 episodios de treinta minutos.
El gran suceso de público la llevó a ganar en 1955 y 1956 el premio Emmy al Mejor programa infantil. Fue protagonizada por una sucesión de descendientes del perro original, hasta la décima generación.
En La leyenda de un perro llamado Lassie nos hemos explayado sobre este personaje canino.
Más allá de Lassie, la literatura ha sido pródiga en obras en que aparecen o directamente protagonizan la historia los animales, desde las fábulas de Esopo en la antigua Grecia en adelante. “La gallina degollada” de Horacio Quiroga y las hormigas en “Los venenos” de Julio Cortázar son dos ejemplos, argentinos y en el cuento, de esa práctica. "Cementerio de animales" de Stephen King, novela aparecida en 1983, probablemente sea el texto en clave de terror más difundido respecto de las mascotas.
El novelista y académico de la Lengua Arturo Pérez-Reverte es un entusiasta de los perros y ha volcado a las letras tal afición. En “De Perros e hijos de perra”, reunió a sus artículos escritos entre 1993 y 2014 y que tienen a los canes como protagonistas principales o secundarios. Luego en 2018 publicó la novela “Los perros duros no bailan” donde los personajes son perros, en una historia en clave de policial y novela negra, tierna y dura al mismo tiempo, donde se mira el mundo desde los ojos de un perro y sus compañeros de calle o desdicha.
No hemos escapado en las nuestras a esta corriente: en La Traidora Gabrielle, Gabbs para los amigos, debe vérselas con el cuidado del gato de una vecina que no está muy predispuesto a ello y en Senderos de odio tanto Guillermo como Ema, los dos protagonistas, tienen los perros propios de esa patagonia agreste de principios del siglo XX. Y en paralelo a ellos, ambos canes desarrollarán una relación tan cercana como la de sus dueños.
Hasta donde sabemos, "El chico y el perro", una novela de 2020 de Seishu Hase es de los últimos textos en la materia.
Que las mascotas ocupan hoy un lugar central en nuestras vidas, es algo que vemos todos los días. Pero tal importancia no es sino la última de las manifestaciones de una entrañable comunidad que se remonta no solo a tiempos por demás lejanos, sino que también de una u otra forma, ha estado presente en cada etapa y cada ámbito de la actuación humana en este mundo. Por algo debe ser.